Se conocen como matanzas de Paracuellos los episodios organizados de asesinato masivo de varios miles de prisioneros, considerados opuestos al bando republicano, ocurridos durante la Batalla de Madrid de la Guerra Civil Española, en los parajes del arroyo de San Jóse, en el municipio de Paracuellos de Jarama, y de Soto de Aldovea, en el término de Torrejón de Ardoz, próximos a la capital española.
Las matanzas tuvieron lugar aprovechando los traslados de presos de diversas cárceles madrileñas, una operación que se conocía popularmente como sacas, llevadas a cabo entre el 7 de noviembre y el 4 de diciembre de 1936, mientras se enfrentaban las tropas gubernamentales y franquistas por el control de la ciudad.
Entre ellos se encontraban militares que habían participado en la sublevación o que no se habían incorporado a la defensa de la República,falangistas, religiosos, militantes de la derecha, burgueses y otras personas que en su inmensa mayoría habían sido detenidas por ser simplemente consideradas como partidarias de la sublevación, y custodiadas sin amparo legal ni acusación formal.
La magnitud de los asesinatos fue muy grande, ascendiendo a varios miles de asesinados, entre 2.000 y 5.000 (si bien existen grandes discrepancias acerca del número exacto) y son consideradas las de mayor dimensión que tuvieron lugar en la retaguardia de la zona republicana.
La madrugada del 6 al 7 de noviembreEl periodista soviético Mijail Koltsov, formalmente corresponsal de Pravda, descrito por Hugh Thomas e Ian Gibson como "el agente personal de Stalin en España" y como una persona que "en ocasiones tenía línea directa con el Kremlin", llegó a España el 8 de agosto de 1936 (antes del establecimiento de relaciones diplomáticas entre España y la Unión Soviética). En poco tiempo había ganado una enorme influencia no sólo ante los cuadros del PCE sino también en el gobierno y el ejército. De hecho, asistía a las sesiones del Comisariado de Guerra, creado a mediados de octubre, presididas por Álvarez del Vayo. Koltsov había estado alertando tanto al Comisariado como al Gobierno de Largo Caballero del peligro que representaban los miles de "fascistas" presos en las cárceles madrileñas. Según afirma Koltsov en su libro Diario de la guerra española, el problema de la evacuación de los presos había sido tratado el 1 de noviembre por el gobierno, siéndole encomendada la misión al ministro de Gobernación Ángel Galarza. Sin embargo, cuando el gobierno huyó de Madrid en la tarde del 6 de noviembre, no se había hecho nada a este respecto. En palabras de Koltsov, De los ocho mil fascistas detenidos no ha sido evacuado uno solo.
Esa tarde, tras recorrer las dependencias oficiales, encontrándoselas vacías, Koltsov acudió, ya anochecido, a la sede del Comité Central del PCE, donde observa que es el único partido que sigue activo en Madrid, tratando de organizar la defensa de la ciudad ante el inminente asalto. Según cuenta en su diario:
« [Koltsov] preguntó qué había de la evacuación de los fascistas detenidos. Respondió [Pedro] Checa que no se había hecho nada y que ya era tarde. Para ocho mil personas hace falta muchísimo transporte, escolta, una verdadera organización [...]. »
Por una parte se constituía extraoficialmente el denominado Consejo de la Dirección General de Seguridad.
Durante la reunión de constitución de la Junta, en la madrugada del 6 al 7 de noviembre, se decidió evacuar a los presos internados en la Cárcel Modelo, entre los que se encontraban numerosos militares, a prisiones alejadas de Madrid. El motivo era la preocupación por que los presos pudieran aumentar el potencial ofensivo de los sublevados —a la sazón a las puertas de Madrid— ante la eventualidad de la caída de la capital. En ese momento, los combates se llevaban a cabo en la propia ciudad, habiendo llegado los rebeldes hasta la Ciudad Universitaria, muy cercana a la cárcel Modelo (este episodio bélico se conoce como batalla de Madrid).
Mientras la reunión de constitución de la Junta tiene lugar, se está preparando una saca en la cárcel de Porlier. De madrugada todavía, partió de dicha cárcel un convoy de autobuses de línea regular pertenecientes a la Sociedad Madrileña de Tranvías, con el aparente propósito de trasladar a los presos a Valencia. Sin embargo, una vez llegado a Torrejón de Ardoz (la carretera de Valencia estaba bajo el fuego de los asaltantes), en lugar de seguir hacia Loeches y Camporreal para enlazar con la carretera de Valencia, se desvió hacia la vega del Jarama (en el municipio de Paracuellos de Jarama), y allí los presos fueron fusilados. Los sucesos se repitieron dos días después, esta vez en la vega del Henares (en el municipio de Torrejón de Ardoz). Miembros del cuerpo diplomático, como el cónsul de Noruega, el alemán Felix Schlayer, ya el día 7 por la tarde habían advertido al Consejero de Orden Público, Santiago Carrillo, de los hechos. Carrillo sin embargo, aunque reconoció en sus memorias la conversación con el cónsul noruego (al que confunde con el embajador de Finlandia), ha sostenido en todo momento no estar al corriente de las matanzas.
A pesar de las declaraciones en contra de las autoridades republicanas, los fusilamientos se reanudaron de nuevo. Ni las protestas del cuerpo diplomático ni el posible deterioro de la imagen internacional del Frente Popular lograron detener los asesinatos.
Schlayer, el día 7 de noviembre se encaminó a su entrevista con Santiago Carrillo. El consejero de Orden Público demostró una notable astucia pero no cayó en el engaño. Con todo, el cónsul noruego no supo exactamente qué responsabilidad atribuirle en lo que sucedía. Sí que tuvo clara la responsabilidad subsiguiente a aquella entrevista y, ciertamente, no se equivoca. En el curso de los días siguientes, no solo continuaron las sacas sino que Schlayer constató que Miaja y Carrillo no hacían nada para impedir las matanzas. «Y entonces sí que no podían alegar desconocimiento ya que estaban informados por nosotros».
Carrillo justifica en sus memorias su desconocimiento sobre lo que ocurrió con los presos extraídos de la cárcel Modelo, pero muestra un "silencio absoluto" sobre la segunda fase de las matanzas (la ocurrida a partir del 18 de noviembre). Tras la entrevista con Schlayer (cuando ya se habían producido las primeras sacas que terminaron en fosas comunes), efectivamente Carrillo no desconocía que estaban teniendo lugar asesinatos entre los presos de las cárceles madrileñas, y que la responsabilidad emanaba de las autoridades de orden público.
Otra "prueba" que se ha alegado para justificar la responsabilidad Carrillo es el libro de Schlayer, Diplomat im roten Madrid de 1938. El libro permaneció sin traducción al castellano hasta 2006, en que fue publicado por la editorial Áltera, bajo el título Matanzas en el Madrid republicano, con traducción de Carmen Wirth Lenaerts. De acuerdo con la traducción publicada en 2006, la descripción que hizo Schlayer de su entrevista con Carrillo el 7 de noviembre es la siguiente:
"Dicha autoridad se llamaba Santiago Carrillo. Tuvimos con él una conversación muy larga, en la que recibimos toda clase de promesas de buena voluntad y de intenciones humanitarias respecto a la protección de los presos y al cese de la actividad asesina. Pero la impresión final que sacamos de la entrevista fue de una total inseguridad y falta de sinceridad. Le dije lo que acababa de oír en la Moncloa y le pedí explicaciones. Carrillo pretendía no saber nada de todo aquello, cosa que me parece totalmente inverosímil. A pesar de todas las promesas, aquella noche y al siguiente día continuaron los transportes de presos que sacaban de las cárceles sin que Miaja ni Carrillo se creyeran obligados a intervenir. Y entonces sí que no podían alegar desconocimiento, ya que estaban informados por nosotros." El propio Carrillo declara en sus memorias que una de sus máximas preocupaciones como consejero de Orden Público fue la lucha contra la «quinta columna». Ricardo de la Cierva cita un discurso de Francisco Antón, miembro del comité central de PCE, en el pleno ampliado del comité central del PCE celebrado en Valencia entre el 6 y el 8 de marzo de 1937. En él, Antón afirma:
"Es difícil asegurar que en Madrid está aniquilada la quinta columna, pero lo que sí es cierto es que allí se le han dado los golpes más fuertes... Y esto —hay que proclamarlo muy alto— se debe a la preocupación del Partido y al trabajo abnegado, constante, de dos camaradas nuevos, pero tan queridos por nosotros como si fueran viejos militantes de nuestro Partido, el camarada Carrillo, cuando fue consejero de Orden Público, y el camarada Cazorla, que lo es ahora."