jueves, 17 de julio de 2008

Solbes vs. Pizarro: “el tiempo le da la razón”

He pasado cierto tiempo de silencio. Un período que también me ha servido para reflexionar y por el que debo pedir disculpas. No ha sido un período escogido por mí para paralizar mi actividad, sino un período en el que, justamente por mi actividad, me he visto obligado a tener la cabeza ocupada en otros menesteres. Se que no hay excusa que valga pero, mas que una excusa lo que trato de pedir es una disculpa.

Creo que es buen momento de mirar hacia atrás y ver cómo han actuado unos y otros ante la crisis. Una crisis económica se puede paliar con mayor facilidad si se actúa rapidamente nada más ser prevista y que si se permite que la misma se desarrolle los resultados pueden llegar a ser impredecibles y descontrolados.

Lejos de absurdas discusiones sobre optimismo, pesimismo, rigor, talante y mariconeos varios, el tiempo ha transcurrido y la realidad ha pasado de tratar de ser demostrada a que no haga falta, según algunos quieren, ni hablar de ella.

Nuestro economista del Estado negó por activa y por pasiva cualquier posibilidad de que nuestra economía entrase en un período de crisis. Sin embargo, el economista del mercado trataba de demostrar y hacer ver que se avecinaba un período de vacas flacas para el cual era preciso tomar medidas que paliasen y redujesen el impacto en nuestra economía y en nuestra sociedad.

La gente juzgó más la apariencia y capacidad televisiva (buscaban un Gobierno “show man”) que la asunción de la realidad y de afrontar la cuestión con realismo.

¡¡Que estamos en crisis!! Y parece ser que nuestro Showman Gobierno ni lo ha visto venir ni lo quiere ver una vez que está encima alegando un optimismo infantil. Mas que optimistas parecen tener la esperanza de poder cerrar los ojos y que todo pase, que se despierten y que haya sido un sueño.

Un gran número de personas van a perder y están perdiendo su empleo, un gran número de personas no pueden pagar sus hipotecas, un gran número de personas afrontan el día a día sin conocer hacía qué rumbo vamos dirigidos. Los problemas no se predicen, sencillamente, nos estampamos contra ellos de narices sin preverlos y sin reaccionar ante su inminencia.

Así están las cosas, el tiempo ha dado la razón a quien verdaderamente la tenía.