"Yo me regularicé con el abono de transportes y un billete de avión". Quien así habla es Susana Pozo, una ecuatoriana que lleva ocho años en España y que logró los 'papeles' cuando Mariano Rajoy era el ministro del Interior.
Durante el pasado debate, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, no dudó en espetarle a Mariano Rajoy: "Ustedes hicieron la regularización con un bono bus, que valía un bono bus siendo usted ministro del Interior".
Sin duda, Zapatero se equivocó de término y dijo bono bus en lugar de abono de transportes. A diferencia del bono bus, que se puede comprar sin necesidad de mostrar ninguna documentación, para el abono es necesario presentar el DNI o el pasaporte y unas fotografías.
"Los inmigrantes tenían que demostrar que habían llegado a España antes del 23 de enero de 2001 y para ello valía el abono de transportes, un billete de avión o el sello del pasaporte. Además de eso había que presentar una oferta de trabajo, aunque algunos lograron los 'papeles' sin necesidad de oferta", explica el director de la ONG Rumiñahui, Vladimir Paspuel.
Susana, de 43 años y que ya ha conseguido la nacionalidad española, es el vivo ejemplo de una inmigrante que empieza de cero y consigue ir subiendo peldaños en la escala social. "He hecho de todo. He cuidado ancianos durante cinco años. He trabajado en limpieza y ayuda a domicilio. Al final, después de seis años en España logré homologar mi título y ahora trabajo en una entidad financiera", explica.
De 2000 a 2001, el PP realizó cuatro procesos de regularización: uno extraordinario con 150.000 inmigrantes legalizados; otro que fue un reexamen del anterior y en el que otros 36.000 extranjeros fueron repescados; un tercero, exclusivo para los ecuatorianos con 25.000 permisos concedidos y el más numeroso fue el del arraigo con unos 400.000 extranjeros con 'papeles'.
Tras estos procesos, el PP impuso una dura política de Extranjería en la que era muy díficil alcanzar los permisos. Sin embargo, cuando el PSOE llegó al Gobierno anunció a bombo y platillo que iba a realizar una regularización, que resultó ser la más masiva de Europa, como reconoció el propio ministro de Trabajo y Asuntos Sociales, Jesús Caldera.
Un total de 600.000 inmigrantes lograron los 'papeles' en un proceso que fue criticado por el resto de países de la Unión Europea. Además, Caldera cambió las reglas del juego sobre la marcha y creó la figura del empadronamiento por omisión para que aquellos inmigrantes que no se habían empadronado antes del 8 agosto de 2004 pudieran convertirse en legales.
En esta ocasión, no les valió con el abono de transportes, pero muchos inmigrantes se vieron salvados por la campana gracias a una orden de expulsión, la tarjeta de asistencia sanitaria o o la solicitud de escolarización de menores.
Durante el proceso, podían presentar estos documentos con el fin de acreditar su estancia en España siempre que estuviesen acompañados de un contrato de trabajo.
Una vez más, la inmigración ha vuelto a situarse en el epicentro de la campaña electoral. Los extranjeros se muestran indignados porque consideran que los partidos les están utilizando como arma arrojadiza: "Hay que tener mucho cuidado con lo que se dice porque se puede poner en peligro la cohesión social. Es un debate peligroso porque en el imaginario colectivo se ve a los inmigrantes como delincuentes y se pueden generar conflictos internos", denuncia Paspuel, portavoz de Rumiñahui.
Durante el pasado debate, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, no dudó en espetarle a Mariano Rajoy: "Ustedes hicieron la regularización con un bono bus, que valía un bono bus siendo usted ministro del Interior".
Sin duda, Zapatero se equivocó de término y dijo bono bus en lugar de abono de transportes. A diferencia del bono bus, que se puede comprar sin necesidad de mostrar ninguna documentación, para el abono es necesario presentar el DNI o el pasaporte y unas fotografías.
"Los inmigrantes tenían que demostrar que habían llegado a España antes del 23 de enero de 2001 y para ello valía el abono de transportes, un billete de avión o el sello del pasaporte. Además de eso había que presentar una oferta de trabajo, aunque algunos lograron los 'papeles' sin necesidad de oferta", explica el director de la ONG Rumiñahui, Vladimir Paspuel.
Susana, de 43 años y que ya ha conseguido la nacionalidad española, es el vivo ejemplo de una inmigrante que empieza de cero y consigue ir subiendo peldaños en la escala social. "He hecho de todo. He cuidado ancianos durante cinco años. He trabajado en limpieza y ayuda a domicilio. Al final, después de seis años en España logré homologar mi título y ahora trabajo en una entidad financiera", explica.
De 2000 a 2001, el PP realizó cuatro procesos de regularización: uno extraordinario con 150.000 inmigrantes legalizados; otro que fue un reexamen del anterior y en el que otros 36.000 extranjeros fueron repescados; un tercero, exclusivo para los ecuatorianos con 25.000 permisos concedidos y el más numeroso fue el del arraigo con unos 400.000 extranjeros con 'papeles'.
Tras estos procesos, el PP impuso una dura política de Extranjería en la que era muy díficil alcanzar los permisos. Sin embargo, cuando el PSOE llegó al Gobierno anunció a bombo y platillo que iba a realizar una regularización, que resultó ser la más masiva de Europa, como reconoció el propio ministro de Trabajo y Asuntos Sociales, Jesús Caldera.
Un total de 600.000 inmigrantes lograron los 'papeles' en un proceso que fue criticado por el resto de países de la Unión Europea. Además, Caldera cambió las reglas del juego sobre la marcha y creó la figura del empadronamiento por omisión para que aquellos inmigrantes que no se habían empadronado antes del 8 agosto de 2004 pudieran convertirse en legales.
En esta ocasión, no les valió con el abono de transportes, pero muchos inmigrantes se vieron salvados por la campana gracias a una orden de expulsión, la tarjeta de asistencia sanitaria o o la solicitud de escolarización de menores.
Durante el proceso, podían presentar estos documentos con el fin de acreditar su estancia en España siempre que estuviesen acompañados de un contrato de trabajo.
Una vez más, la inmigración ha vuelto a situarse en el epicentro de la campaña electoral. Los extranjeros se muestran indignados porque consideran que los partidos les están utilizando como arma arrojadiza: "Hay que tener mucho cuidado con lo que se dice porque se puede poner en peligro la cohesión social. Es un debate peligroso porque en el imaginario colectivo se ve a los inmigrantes como delincuentes y se pueden generar conflictos internos", denuncia Paspuel, portavoz de Rumiñahui.
3 comentarios:
Gracias por dedicarme esta entrada. Me disculparás que no la comente en detalle, pero me está esperando un chuletón de cena y se me enfría.
Lo único, eso sí, que Rajoy, con todo lo cercano que dice estar a los currantes, no sabía lo que era un bonobús y se quedó perplejo y fuera de juego ( hasta miró al moderador para buscar algún apoyo ). No te discuto que lo del bonobús haya sido una argucia política como tantas otras. Ahora tú me dirás que Zapatero tampoco sabía lo que costaba un café. Y llevarías razón si me lo dijeras. Son las cosas de estos políticos, que pocas veces, salvo para echarse la foto, pisan el suelo. Pero todos, todos, todos. Lo siento, hoy estoy pesimista. A ver si el chuletón me anima.
"..no sabía lo que era un bonobús y se quedó perplejo y fuera de juego". Sinceramente, creo que malinterpretaste su reacción. Yo la entendí como diciendo: "pero bueno, a qué viene ahora esto".
Seguro que el chuletón te anima, un buen chuletón levanta a cualquiera la moral.
Tienes reazón Miguel, cualquiera que vea el debate podrá comprobar la reacción de Rajoy, de perplejidad, de no dar crédito a lo que oía.
Zp, no dice una verdad ni por error. Esgrime un papel y lanza lo del bono bus . . . a ver si cuela.
Publicar un comentario